TERCERA JORNADA
Pentagast y los elegidos entraron en el templo y lucharon contra los gigantes y enanos férreos que protegían el recinto que daba acceso a la prisión de Ulduar. Tras derrotarlos, Pentagast advirtió de que para abrir la prisión necesitaban la llave de la Asamblea de Hierro, la cual dirigía a los enanos ferreos de Ulduar, así pues se pusieron en camino.
Dos gigantes férreos custodiaban la entrada a la Asamblea, estos estaban provistos de lanzallamas que no dudaron en usar contra los norteños de modo que Pentagast tuvo que generar una barrera de hielo para contener las llamaradas, mientras que los elegidos luchaban contra ellos. Por fortuna, Pentagast invoco un orbe de control y se domino a uno de los gigantes el cual destruyo al otro sin contemplaciones.
Así pues, llegaron hasta la Asamblea de Hierro, la cual estaba dirigida por el Maestro de Runas Molgeim, el Clamatormentas Brundir y un gigante conocido como Rompeacero, con los cuales tuvieron una charla banal y poco fructífera provocando el enfrentamiento. Rompeacero, era inmune a los hechizos, mientras que Brundir tenía un escudo eléctrico que repelía los enfrentamientos a melé y el Maestro de Runas potenciaba los ataques de ambos.
Los elegidos no se ponian de acuerdo en a quien atacar, Pentagast sugirió atacar todos al Maestro de Runas para acabar con la potenciacion que este ejercía sobre los otros miembros de la Asamblea sin embargo fue demasiado tarde y uno tras otro fueron cayendo. Escapar parecía imposible, pues las puertas de la Asamblea se habían cerrado y tan solo Bjorn y Pentagast quedaban en pie para plantar cara. Pentagast viendo llegar el fin lanzo agotando todas sus fuerzas un hechizo del cero absoluta contra la puerta y Bjorn atenuando todas las fuerzas que le quedaban la quebrantó en pedazos. Mientras Bjorn trataba de sacar a sus compañeros de allí, Pentagast trataba de contener a la Asamblea lanzando hechizos de hielo que afectaron a todos menos a Rompeacero, así que tuvieron que escapar corriendo del Templo y ocultarse en la Forja de Ignis.
Pasaron las horas, las heridas iban sanando, pero el ánimo y la voluntad parecían perdidas. Ignis ayudo a los elegidos forjando algunas armas para estos, a cambio de acero de Titanes que estos habían encontrado. Así fue como forjo a Svartir, la mítica daga de los Svartalfar o elfos oscuros del reino de Svartalfaheim y el poderoso Midian, escudo de Titanes.
Gracias a las creaciones de Ignis decidieron enfrentarse nuevamente a la Asamblea y concentrando sus ataques en el Maestro de Runas, lo derribaron, quebrantando la potenciación que este ejercía sobre Rompeacero y el Clamatormentas, que tras un no obstante duro combate, finalmente fueron derrotados y Pentagast se hizo con la llave de la prisión.
Ignis forjo nuevas armas para los elegidos, antes de entrar a la prisión, entre ellas; Vanian, Asgardian, Alfian y el Jotunhammer. El poder de aquellas armas estaba ligado a Ulduar, y este no podía traspasar sus fronteras, sin embargo era más que útiles para su propósito. Sin dilación, Pentagast abrió las puertas de la prisión y se toparon con el guardián Kologarn, el cual dejaba a los Gigantes con los que anteriormente se habían enfrentado como gnomos a sus ojos. Kologarn era tan enorme, que solo pudieron verle de cintura para arriba.
El guardián Kologarn no se dedico mucho a averiguar los propósitos de los elegidos y los considero hostiles, así que agarró a dos de ellos mientras con un rayo fulminador que salia de sus ojos atacaba al resto. Durante incontables horas, lucharon contra Kologarn, hasta le extenuación de sus fuerzas, pero sin duda alguna, las armas de Ignis sometieron finalmente al gigantesco guardián que era quebrado finalmente por Vanian, la poderosa hacha de los Titanes de la que se decía que era capaz de introducirse en cualquier material y así se demostró.
Kologarn fue destruido y sus restos sirvieron como puente para la pasarela interior, donde los elegidos se quedaron asombrados. La grandeza del lugar era inimaginable, y una simples palabras no le harían justicia. Pero tan pronto como entraron en la prisión, se toparon con Auriaya la archivista de los Titanes, de naturaleza similar a estos, la cual poseía todos los conocimientos de la creación de Azeroth.
Pentagast le contó su proposito, Auriaya decía que era posible o no, y sometió a los elegidos a varias preguntas para verificar si eran aptos de estar allí o no. Uno tras otro fueron acertando ante el asombro de Auriaya, hasta que finalmente el Seid Roxev erró y Auriaya les hizo frente, considerándolos indignos e invocando una jauría de felinos los cuales les hacían compañía.
Los felinos eran incontenibles, mientras Auriaya golpeaba con su mazo una y otra vez a los elegidos, derribándolos, hasta que Ishanir lanzo a Svartian contra Auriaya y Roxev hizo temblar el suelo con Jotunhammer dejando a Auriaya desprotegida, momento en que Bjorn aprovecho para arrancar el brazo izquierdo a Auriaya con la poderosa Vanian. Auriaya sintió temor y dudas, había menospreciado a los norteños que resistían una y otra vez sus ataques, hasta que finalmente se rindió ante estos y acepto que no había mentira en sus palabras y tenían que cumplir su cometido.
Así pues las entradas de la prisión quedaron abiertas, ahora había que liberar a los Titanes de la influencia de Yogg'saron. Mimiron, Thorim, Loki, Freya y Hodir aguardaban, pues Tyr no se encontraba en Ulduar en aquel momento misteriosamente.
CONTINUARA...
Pentagast y los elegidos entraron en el templo y lucharon contra los gigantes y enanos férreos que protegían el recinto que daba acceso a la prisión de Ulduar. Tras derrotarlos, Pentagast advirtió de que para abrir la prisión necesitaban la llave de la Asamblea de Hierro, la cual dirigía a los enanos ferreos de Ulduar, así pues se pusieron en camino.
Dos gigantes férreos custodiaban la entrada a la Asamblea, estos estaban provistos de lanzallamas que no dudaron en usar contra los norteños de modo que Pentagast tuvo que generar una barrera de hielo para contener las llamaradas, mientras que los elegidos luchaban contra ellos. Por fortuna, Pentagast invoco un orbe de control y se domino a uno de los gigantes el cual destruyo al otro sin contemplaciones.
Así pues, llegaron hasta la Asamblea de Hierro, la cual estaba dirigida por el Maestro de Runas Molgeim, el Clamatormentas Brundir y un gigante conocido como Rompeacero, con los cuales tuvieron una charla banal y poco fructífera provocando el enfrentamiento. Rompeacero, era inmune a los hechizos, mientras que Brundir tenía un escudo eléctrico que repelía los enfrentamientos a melé y el Maestro de Runas potenciaba los ataques de ambos.
Los elegidos no se ponian de acuerdo en a quien atacar, Pentagast sugirió atacar todos al Maestro de Runas para acabar con la potenciacion que este ejercía sobre los otros miembros de la Asamblea sin embargo fue demasiado tarde y uno tras otro fueron cayendo. Escapar parecía imposible, pues las puertas de la Asamblea se habían cerrado y tan solo Bjorn y Pentagast quedaban en pie para plantar cara. Pentagast viendo llegar el fin lanzo agotando todas sus fuerzas un hechizo del cero absoluta contra la puerta y Bjorn atenuando todas las fuerzas que le quedaban la quebrantó en pedazos. Mientras Bjorn trataba de sacar a sus compañeros de allí, Pentagast trataba de contener a la Asamblea lanzando hechizos de hielo que afectaron a todos menos a Rompeacero, así que tuvieron que escapar corriendo del Templo y ocultarse en la Forja de Ignis.
Pasaron las horas, las heridas iban sanando, pero el ánimo y la voluntad parecían perdidas. Ignis ayudo a los elegidos forjando algunas armas para estos, a cambio de acero de Titanes que estos habían encontrado. Así fue como forjo a Svartir, la mítica daga de los Svartalfar o elfos oscuros del reino de Svartalfaheim y el poderoso Midian, escudo de Titanes.
Gracias a las creaciones de Ignis decidieron enfrentarse nuevamente a la Asamblea y concentrando sus ataques en el Maestro de Runas, lo derribaron, quebrantando la potenciación que este ejercía sobre Rompeacero y el Clamatormentas, que tras un no obstante duro combate, finalmente fueron derrotados y Pentagast se hizo con la llave de la prisión.
Ignis forjo nuevas armas para los elegidos, antes de entrar a la prisión, entre ellas; Vanian, Asgardian, Alfian y el Jotunhammer. El poder de aquellas armas estaba ligado a Ulduar, y este no podía traspasar sus fronteras, sin embargo era más que útiles para su propósito. Sin dilación, Pentagast abrió las puertas de la prisión y se toparon con el guardián Kologarn, el cual dejaba a los Gigantes con los que anteriormente se habían enfrentado como gnomos a sus ojos. Kologarn era tan enorme, que solo pudieron verle de cintura para arriba.
El guardián Kologarn no se dedico mucho a averiguar los propósitos de los elegidos y los considero hostiles, así que agarró a dos de ellos mientras con un rayo fulminador que salia de sus ojos atacaba al resto. Durante incontables horas, lucharon contra Kologarn, hasta le extenuación de sus fuerzas, pero sin duda alguna, las armas de Ignis sometieron finalmente al gigantesco guardián que era quebrado finalmente por Vanian, la poderosa hacha de los Titanes de la que se decía que era capaz de introducirse en cualquier material y así se demostró.
Kologarn fue destruido y sus restos sirvieron como puente para la pasarela interior, donde los elegidos se quedaron asombrados. La grandeza del lugar era inimaginable, y una simples palabras no le harían justicia. Pero tan pronto como entraron en la prisión, se toparon con Auriaya la archivista de los Titanes, de naturaleza similar a estos, la cual poseía todos los conocimientos de la creación de Azeroth.
Pentagast le contó su proposito, Auriaya decía que era posible o no, y sometió a los elegidos a varias preguntas para verificar si eran aptos de estar allí o no. Uno tras otro fueron acertando ante el asombro de Auriaya, hasta que finalmente el Seid Roxev erró y Auriaya les hizo frente, considerándolos indignos e invocando una jauría de felinos los cuales les hacían compañía.
Los felinos eran incontenibles, mientras Auriaya golpeaba con su mazo una y otra vez a los elegidos, derribándolos, hasta que Ishanir lanzo a Svartian contra Auriaya y Roxev hizo temblar el suelo con Jotunhammer dejando a Auriaya desprotegida, momento en que Bjorn aprovecho para arrancar el brazo izquierdo a Auriaya con la poderosa Vanian. Auriaya sintió temor y dudas, había menospreciado a los norteños que resistían una y otra vez sus ataques, hasta que finalmente se rindió ante estos y acepto que no había mentira en sus palabras y tenían que cumplir su cometido.
Así pues las entradas de la prisión quedaron abiertas, ahora había que liberar a los Titanes de la influencia de Yogg'saron. Mimiron, Thorim, Loki, Freya y Hodir aguardaban, pues Tyr no se encontraba en Ulduar en aquel momento misteriosamente.
CONTINUARA...